Estas son las conclusiones de la I Jornada de recuperación de variedades minoritarias de Castilla y León celebada en nuestra bodega Territorio Luthier el 24 de junio de 2020
A dicha jornada asistieron: José Antonio Rubio Cano y Enrique Barajas del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, César Arranz Hernández y Silvia Fernández de la Bodega 3 Ases DO Ribera del Duero, Juan Carlos Sancha de Bodegas Juan Carlos Sancha DOC Rioja, Jesús Madrazo y Fernando Ortiz de Bodega Territorio Luthier DO Ribera del Duero, Liliana Fernández y José Manuel Benéitez de la bodega el Hato y el Garabato de Arribes del Duero y Aurora Lázaro de Scribo Comunicación que es quien firma este artículo.
A todos ellos les damos las gracias desde Territorio Luthier por su tiempo y sus ganas de compartir su experiencia
Aurora Lázaro. 3 de agosto de 2020
Los vinos que se han ido elaborando en los últimos años en diversos lugares de España con algunas variedades minoritarias están sorprendiendo favorablemente a enólogos y sumilleres en las catas que se organizan; además, las bodegas que los han empezado a vender aseguran que detectan un gran interés en el mercado. A pesar de estas optimistas impresiones, la recuperación y cultivo de variedades de uva minoritarias en España se desarrolla con demasiada lentitud, sobre todo para aquellos que están invirtiendo en estos proyectos.
En el mundo existen 6.154 variedades de uva de vinificación según la OIV, pero solo unas 40 concentran el 80% de los vinos embotellados en el mundo. Es decir, hay muchas variedades pero se comercializan siempre las mismas.
En España el interés de investigadores y técnicos por las uvas minoritarias no se generalizó hasta bien entrados los años 90, cuando diversas comunidades autónomas empezaron a preocuparse por preservar el patrimonio genético en general de casi todos los cultivos, incluida la vid, muy extendida y con bastante peso en este país.
Antes existían ya iniciativas privadas, pero se desarrollaban muy lentamente por la ausencia de un marco legal que las apoyara. Es el caso del viticultor y bodeguero riojano Juan Carlos Sancha (Bodegas Sancha, Rioja) que obtuvo la aprobación para comercializar sus primeros vinos con variedades minoritarias en 2008, veinte años después de empezar a cultivarlas y solicitar su reconocimiento.
Hoy en día existen diversos proyectos, institucionales y privados, generalmente impulsados por personas convencidas de su interés o en abrir nuevas líneas comerciales; pero siguen padeciendo un proceso demasiado lento de reconocimiento de estas variedades minoritarias.
Es obligatorio que estén incluidas en un listado del Ministerio de Agricultura, previo estudio de mínimo cinco años por variedad de uva. Después deben ser reconocidas por cada comunidad autónoma. Aunque lo más complicado, sobre todo a la hora de plantearse la comercialización de los vinos, es su aprobación por las denominaciones de origen.
“Las DD.OO. suelen ser organismos poco permeables a la hora de hacer cambios, las bodegas vamos más rápido”, opina César Arranz, enólogo de Bodega 3 Ases, que está desarrollando en Ribera del Duero un proyecto con Bruñal. “Las denominaciones de origen suelen tener una variedad buque insignia y es la que potencian y apoyan”, apunta Enrique Barajas, del ITACYL.
Debate abierto
Tanto Juan Carlos Sancha como César Arranz participaron en la primera Jornada Técnica de Variedades Minoritarias celebrada en Aranda de Duero (Burgos) el pasado 24 de junio de 2020, desarrollando un interesante debate en el que también estuvieron presentes José Antonio Rubio y Enrique Barajas, investigadores del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, Fernando Ortiz y Jesús Madrazo, enólogos de la bodega Territorio Luthier, y Liliana Fernández y José Manuel Benéitez, enólogos de la bodega el Hato y el Garabato de Arribes del Duero.
En Castilla y León el ITACYL, organismo dependiente de la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta, empezó a hacer selecciones de clones en 1990 y a coleccionar vides minoritarias en las parcelas de su propiedad en Valladolid un poco después. No obstante, hasta 2002 no iniciaron el marcado de cepas con los viticultores; fue en los Arribes, zona vitivinícola donde se ha mantenido el cultivo de estas uvas prácticamente desaparecidas.
“Exploramos todas las zonas, pero donde encontrábamos gran variedad era en las más aisladas, agrestes y de viticultura más difícil de mantener, es decir, en las menos explotadas”, apunta José Antonio Rubio, jefe de la Unidad de Cultivos Leñosos y Hortícolas del ITACYL.
Llegaron a localizar y caracterizar 130 accesiones distintas y han decidido difundir aquellas que tienen más posibilidades de desarrollo y que aportan características interesantes en aspectos agronómicos y enológicos: Bruñal, Mandón, Gajo Arroba, Tinto Jeromo, Rufete Serrano Blanco, Puesta en Cruz, Cenicienta…
Vinos sorprendentes
Las elaboraciones experimentales que se han llevado a cabo con las monovarietales al 100% han sorprendido agradablemente a técnicos y enólogos. Los responsables de la Unidad de Cultivos Leñosos y de la Estación Enológica del ITACYL ven grandes posibilidades sobre todo a la Bruñal, Rufete Serrano Blanco y Cenicienta.
Pero se abre, además, otro amplio campo, también objeto de debate entre los especialistas. ¿En qué medida pueden aportar riqueza, complejidad o personalidad a otras variedades más comerciales o ya instauradas?
La experiencia del enólogo Jesús Madrazo con la uva Graciano en la Rioja, como complemento a la Tempranillo de esta denominación de origen, es ampliamente positiva, pues asegura que potencia el color, la estructura y acidez de los vinos. También Sancha ha experimentado en este sentido.
Ambos están de acuerdo en que la Graciano es interesante vinificada como monovarietal y tiene un pequeño nicho de mercado, “pero como parte integrante de una mezcla, en mi opinión tiene mayor potencial, enológico y comercial”, asegura Madrazo.
Un mercado interesado
Sin embargo, el verdadero test para el éxito de las variedades minoritarias de uva está quizás en sus posibilidades de comercialización, es decir, en la acogida que puedan tener en el mercado los vinos que se elaboren con ellas. “El mercado demanda productos nuevos y por supuesto de una notable calidad”, opina Rubio. También mantienen ese argumento los viticultores y bodegueros que se han embarcado en estos proyectos. Afirman que las variedades minoritarias son una oportunidad para diversificar negocios y que los vinos resultantes ofrecen actualmente “más discurso”.
La experiencia de aquellos que ya están comercializando, como Bodega El Hato y el Garabato, es de momento muy positiva: “estamos en un momento en que el mercado está ávido de cosas nuevas; hay pocos vinos de estos en el mercado y la gente quiere probar vinos elaborados con uvas desconocidas”, aseguran Liliana Fernández y José Manuel Benéitez.
¿Seguirá funcionando? “Es una incógnita”, reconocen en Hato. Aunque están convencidos de que este primer golpe “muy positivo” se mantendrá, si bien no se atreven aún a marcar ningún plazo. Todo dependerá de que estos vinos encuentren su hueco en el mercado. Los bodegueros que ya trabajan con variedades desconocidas aseguran que encajan muy bien en los restaurantes de alta gama, en los aficionados al vino que buscan novedades y a nivel internacional en Europa, en países como R. Unido, Bélgica u Holanda. “El desarrollo de las variedades minoritarias permite innovar desde nuestras raíces y contribuye al aumento de la diversidad genética y a la sostenibilidad del viñedo”, defienden los convencidos de su conservación.
Artículo publicado en la SeVi el 3 de agosto de 2020
Estas jornadas se celebraron para dar continuidad a la labor comenzada por Territorio Luthier con la experiencia #pontunombreaunacepa